Sunday, June 30, 2013

La mentira de Jenny. (Reflexión de Vida para Jóvenes)




Jenny pensó que sus padres no le darían permiso para irse de fiesta con unos amigos, de manera que les mintió y les dijo que iba al cine con una compañera. Aunque se sintió un poco mal porque no les dijo la verdad, tampoco le dio muchas vueltas al asunto y se dispuso a divertirse.
La pizza estuvo bien y la fiesta genial: al final su amigo Pedro que ya estaba medio borracho, la invito a dar un paseo, pero primero quiso dar una fumadita… Jenny no podía creer que él estuviera fumando eso, pero aún así subió al carro con él.
De repente Pedro comenzó a propasarse. Eso no era lo que Jenny quería del todo.
“Tal vez mis padres tienen razón” – pensó-;
“quizás soy muy joven para salir así.”
“¿Cómo pude ser tan tonta?”
“Por favor, Pedro -dijo- llévame a casa, no me quiero quedar....
Molesto, Pedro arrancó el carro y comenzó a conducir a toda velocidad. Jenny, asustada, le rogó que fuera más despacio, pero mientras más ella le suplicaba,  él pisaba el acelerador con más fuerza. De repente, vio un gran resplandor.
“Oh, Dios ayúdanos". ¡Vamos a chocar!
Ella recibió toda la fuerza del impacto, todo se puso negro.
Semi-inconsciente Jenny, sintió que alguien la saco del carro retorcido y escucho voces:
¡Llamen a la ambulancia! “Estos jóvenes están en problemas”.
Le pareció oír que había dos carros involucrados en el choque.
Despertó en el hospital viendo caras tristes. “Estuviste en un choque terrible”, –  le dijo alguien -
En medio de la confusión se enteró de que Pedro estaba muerto.
A ella misma le dijeron “Jenny, hacemos todo lo que podemos, pero parece ser que te perderemos a ti también”.
¿Y la gente del otro carro? – Preguntó Jenny llorando -
“También murieron” le contestaron.
Jenny rezó: “Dios perdóname por lo que he hecho, yo sólo quería una noche de diversión.
Y dirigiéndose a una de las enfermeras le pidió:
“Por favor, dígale a la familia de los que iban en el otro carro que me perdonen que yo quisiera regresarles a sus seres queridos. Dígale a mi mamá y a mi papá que lo siento, porque mentí y que me siento culpable porque varios hayan muerto".

Por favor enfermera, ¿Les podrá decir esto de mi parte?.
La enfermera se quedó callada, como una estatua.
Instantes después, Jenny murió.
Un hombre cuestionó entonces duramente a la enfermera:
“¿Porque no hizo lo posible para cumplir la última voluntad de esa niña?”....
La enfermera miró al hombre con ojos llenos de tristeza, y le dijo:
“Porque la gente en el otro carro eran su papá y su mamá que habían salido a buscarla"……..

     No hay razón para que esto se siga repitiendo....
Mis mejores deseos por siempre.   

Ernesto Alonso Flores.

   

Sunday, June 2, 2013

Dos historias para reflexionar.



"Lección de vida".

En un  lejano pueblo un granjero tenía dos cachorros para vender y cierto día; un niño con una amplia sonrisa le dijo: “Señor, quiero comprarle uno de sus cachorritos”. El granjero, le respondió: "estos cachorros son de raza y cuestan bastante dinero". El niño con una voz tierna le dijo: "he conseguido treinta y nueve centavos ¿es esto suficiente?.  Seguro, dijo el granjero, comenzando a silbar y a gritar, “Dolly, ven aquí”. Dolly salió corriendo de su casilla y bajó la rampa seguida de cuatro pequeñas bolas de piel. Los ojos del niño danzaban de alegría. Entonces de la casilla salió, a hurtadillas, otra pequeña bola, ésta era notablemente más pequeña. Se deslizó por la rampa y comenzó a renquear en un infructuoso intento por alcanzar al resto. El niño apretó su carita contra la cerca y gritó con fuerzas: ¡Yo quiero a ése!, señalando al más pequeño. El granjero le dijo: "Hijo, tú no quieres a este cachorrito. Él nunca podrá correr y jugar contigo de la forma en que tú quisieras”. Al oír eso, el niño bajó la mano y lentamente se subió el pantalón en una de sus piernas. Le mostró una prótesis de doble abrazadera de acero en ambos lados de su pierna, que iba hasta un zapato especial. Con una sonrisa el niño le dijo  al granjero: “Como usted verá, señor, yo tampoco corro tan bien que digamos, y él necesitará a alguien que lo comprenda”.



 "Los zapatos del campesino".

Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones. Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias. El alumno dijo al profesor: "Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre". 
Mi querido amigo - le dijo el profesor - nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre. Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre. El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora, dijo el profesor ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? 
El joven respondió: "Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir".


"Los seres humanos somos tan solo un puño de emociones y  la mayoría de veces en lugar de emitir una palabra de aliento a nuestros semejantes, simplemente lo primero que se nos ocurre es juzgarlos".