Sunday, July 15, 2012

"Mi credo".



*** Creo en Dios por sobretodas las cosas, porque con EL, por EL y a a travéz de EL  es que la VIDA continúa.

*** Creo en el poder único de mi manera de pensar, capáz de transformar cualquier circunstacia en algo POSITIVO para mi persona  y todos quienes me rodean.

*** Creo firmemente que lo más importante y escencial en la vida no tiene ningún valor material y perdurará para siempre.

*** Creo en la fuerza única  de decidir a quien incluyo o excluyo de mi vida y  en qué o a qué eventos dirijo mi atención.

*** Creo que la mejor forma de disftrutar la vida es viviendo cada dia como si fuera el último de mi existencia.

*** Creo que el placer de de VIVIR consiste en disfrutar  lo que se tiene, sin tomar en cuenta lo que no se tiene.

*** Creo que la fortuna de la VIDA yo mismo la creo y que no existe el azar para lograr cualquier meta sino más bien mi determinación y acciones son las únicas que las forjan.

*** Creo  con firmeza que nada nuevo ocurrirá en mi vida sino soy yo mismo quien lo provoco.

*** Creo que la  receta del crecimiento humano es desechar la NEGATIVIDAD, eliminar  la APATIA y cultivar únicamente el POSITIVISMO.

*** Creo que tengo el poder de expresar mis sentimientos  sin limitaciones ni tapujos.

*** Creo en que la ley de la vida es la más justa y al final me devuelve  lo que con acciones he sembrado.

***Creo que la llama del AMOR,  germina, crece y se desarrolla primero dentro de mi.

*** Creo que lo mejor de mi vida está por venir.

                                 Mis mejores deseos por siempre.


                           Ernesto Alonso Flores.

Sunday, July 8, 2012

"El mensaje de José."




—Buenas tardes. Mi nombre es José Santibáñez, tengo treinta y cinco años y actualmente llevo uno que no pruebo ni una gota de licor. Todo comenzó cuando mi mujer me abandonó llevándose a mi hijo. Aunque reconozco que su reacción fue provocada por mi culpa —decía mientras movía la cabeza afirmándolo—. En esa misma época mi negocio se fue a la quiebra y mis padres fueron encarcelados. Me vi equivocadamente encerrado en un callejón sin salida. No sabía qué hacer, estaba impuesto a que todo me dieran, a que todo me resolvieran.
»De repente, me vi en medio de la necesidad: de tenerlo todo (según yo), pasé a tener nada. Lo mejor era evadir la realidad, pensé. Y así comencé a tomar y tomar, no me controlaba; era la única forma en que me sentía bien, me sentía liberado de todo. Recuerdo que lo que más me gustaba al principio era el whisky, después el tequila, el brandy, el ron, la cerveza, el alcohol de caña... lo que fuera. El objetivo era emborracharme. No sé cómo pasaba pero terminaba el día deambulando en la calle, hasta hice algunos amigos. Amigos que viven o vivían en ese momento una situación parecida.
»Durante ese tiempo me alejé de mis hermanos, de mis amigos, logré que mi ex mujer se avergonzara de mí y que no pudiera ni siquiera decirle a mi hijo que yo era su padre—continuaba José con coraje y al borde del llanto—. Perdón —les dijo, después respiró profundo y continuó—. En dos ocasiones intenté quitarme la vida, pero me faltó valor. Para mí era normal lo anormal, correcto lo incorrecto; hice del vicio una rutina y de mi vida un desperdicio. Sin pretenderlo, y por mi desorden alimenticio, comencé a adelgazar y a sufrir de algunos males en el estómago, pero tampoco me importaba, total a nadie le interesaba mi vida, mucho menos mi persona. Comencé por gastarme los ahorros que tenía, después vendí mi departamento, ¡lo malbaraté! Me urgía el dinero y ni me duró. Luego pedí prestado, hasta que llegué a pedir limosna. ¡Todo para poder sostener este maldito vicio! — Sus ojos ya no pudieron contener el llanto y con la voz entrecortada continuó— Así pasó mucho tiempo, años. No quería volver a la realidad, tenía mucho miedo. En mi cerebro mantenía firme la idea equivocada de que yo no era culpable de lo que me pasaba. ¡Para mí, la culpa era de mis padres por haberme creado en la mentira, de mis hermanos por no haberme orientado, de la vida por ser tan injusta! En fin, eran solo excusas para no enfrentar mi problema. De esa forma mentalmente evadía mi responsabilidad.
»De repente un día sucedió ese terrible accidente que me marcó la vida, y no lo digo por el problema en mi pie —expresó volteándose para mostrar la prótesis que usaba—, esto me afectó, no lo niego. Fue terrible despertar y darme cuenta de que ya no tenía una parte de mi cuerpo, que había perdido mi pie derecho. ¡No se imaginan el inmenso dolor que me causó, y no hablo del dolor físico sino del emocional, el del alma! ¿Ya nada sería igual? ¿Me llamarían “cojo”? ¿Nadie me aceptaría? ¿Cómo podría trabajar? ¿Cómo saldría adelante? Eran tantas dudas que así, tocando fondo, dio inicio un largo proceso, de esa manera comenzó mi transformación. Fue de esa forma que pude valorar todo lo que estaba perdiendo. Cuando tuve la muerte enfrente de mí, no me dolía verla, me dolía (y mucho) dejar tantas cosas inconclusas, tantos pendientes. Es más, tantas cosas que ni siquiera tuve el valor de intentar, como luchar al máximo por mi felicidad. Me dolía darme cuenta de que desde años atrás ya estaba muerto en vida. Después acepté mi error y le pedí a Dios que me diera una nueva oportunidad para enmendar mi vida, por mí principalmente. Pero también por mi hijo, por algunos de mis hermanos, por Valeria y por la gente que me ha ayudado. Le pedí que me dejara, que me diera un chance, y me escuchó. Desde entonces sé que Dios existe.
»¡Hoy disfruto cada día como si fuera el último; estoy enamorado y he vuelto a creer en el amor! Logré que mi ex esposa me perdonara y que mi hijo me llamara “papá”. Siendo aun más honesto, debo decirles también que a través de este proceso, muy largo por cierto, comprobé que a veces no cuentas con el apoyo de aquellos que tanto lo pregonan, incluyendo a los de tu propia familia. ¡Me afectó, lo reconozco; es mi sangre! Pero nada puedo hacer al respecto, sólo desearles lo mejor y continuar. A mis padres los quiero y a diario hago oración por ellos, mentiría si les dijera que no les guardo rencor. Quizá algún día, cuando la sangre se vuelva a encontrar y nos veamos a los ojos, logre abrazarlos y decirles... no sé... sinceramente no sé qué les diría. Aún no estoy preparado para ese momento.
»Retomé mis estudios y acabo de terminar el primer semestre de Licenciatura en Comercio Internacional. Es decir, poco a poco estoy armando el rompecabezas en el que se había convertido mi vida. Sin duda, este accidente me trajo una gran lección de vida y con ella a un nuevo ser humano que hoy está aquí frente a ustedes. Los invito a seguir luchando, a no dejarse vencer y a obtener fortaleza de todas aquellas experiencias buenas o malas que hayan vivido. Porque lo que somos hoy es la consecuencia de lo que fuimos, por eso estoy decidido a revertir el efecto en mi vida; por eso trabajaré sin descanso en cada una de las causas que lo provocan. Estoy seguro de que no hay peor error que no aceptar los que uno está cometiendo y que no hay peor dolor que el que uno mismo se provoca. Hay que aceptarlo y valorar el gran mensaje subliminal que al efectuar este proceso la vida nos regala. ¡Es importante de verdad; hoy, siete de marzo del año dos mil cinco, estoy renaciendo, soy otro, y poco a poco me demostraré que es para siempre!
»No me importa lo que los demás piensen, eso es cosa del pasado. Y si yo he podido, ¡por supuesto que ustedes también pueden! Muchas gracias a todos por escucharme; a Angélica, mi psicóloga; a mi hermana Wendy, que tuvo la fuerza y el coraje para no desistir y rescatarme; a mi hijo por ser como es; a Gaby, mi ex mujer, por perdonarme; a ti, Valeria, mi amor, por revivir en mí la ilusión del amor —y mirando al cielo terminó diciendo—. Y a ti, Dios, que me has dado esta gran oportunidad, te digo que no te defraudaré. Que te devolveré con acciones el voto de confianza que has depositado en mí. ¡Que tengan buenas tardes!





Extraído de la obra: Pescadores (En la mitad de nuestra vida)





Tuesday, June 19, 2012

¿Por qué somos Así?

Era un día soleado en el pueblo de San Marcos Jalisco, las campanas de la iglesia anunciaban la tercera llamada de misa y las calles lucían como siempre. La gente caminaba, los niños jugaban y a lo lejos se escuchaba la algarabía de los estudiantes de primaria que anunciaba el fin de un día más de clases. Mientras, en el cuarto del único hospital del lugar…
—¡Es un niño! —decía el doctor al tiempo que se acercaba a Miguel, el joven de 20 años que recién debutaba como papá— ¡Adelante, pasa para que lo veas, está hermoso! Nunca había visto a un bebé tan bonito.
—Gracias, doctor. Con permiso —respondió Miguel encaminándose a ver a su esposa—. Mi amor, ¿cómo estás?
—¿Y cómo quieres que esté? ¡Acabo de tener un hijo! ¡Y para colmo a mi marido ni siquiera le alcanzó para traerme un ramo de flores! —replicó Claudia.
—Perdóname, por favor, con la emoción lo olvidé.
—¡Todo lo olvidas, parece que últimamente esa es tu filosofía de vida!
—Claudia, por favor, no es el momento. A ver, déjame mirarlo —Cuando Miguel vio a su hijo, no pudo ocultar su emoción—. ¡Está precioso! Tiene razón el doctor: es muy hermoso; seguramente cuando crezca volverá locas a las mujeres.
—¿Y ya tienes todo listo en la casa para recibirnos? —preguntó Claudia en tono molesto.
—Solo falta acomodar la cuna y la lámpara, pero todo lo demás ya está. Afuera espera tu mamá, mientras ella entra, yo aprovecharé para ir a la casa y dejar todo listo.
Claudia no le respondió, solo movió la cabeza.
—¡Señora María, puede pasar! Yo enseguida regreso.
—Está bien, Miguel. ¡Hija, muchas felicidades! —decía María emocionada— ¡Pero mira nada más qué niño tan chulo! Es un angelito, un regalo de Dios. Debes sentirte afortunada, tienes un esposo maravilloso que hace todo por complacerte, y ahora un hijo. Dime si no es una bendición.
—Si tú lo dices, mamá...
—No, Claudia. No es porque yo lo diga, es la verdad. Solo espero que ahora, con la llegada de un hijo a tu vida, madures y te comportes como la señora que eres.
—Ah, ¿ya vas a empezar?
—¡Claudia, hija, tienes que valorar a Miguel! Es un buen hombre, trabaja demasiado para que nada te falte, y además te ayuda con las labores de la casa, que son tu responsabilidad.
—Pues trabaja mucho pero no nos alcanza, cada mes terminas ayudándome con algunos gastos.
—Y lo hago con mucho gusto, hija. Tú sabes que todo lo mío también es tuyo; es parte de lo que tu padre nos dejó. Pero no me cambies la conversación. Claudia, procura cuidar tu matrimonio, ahora con este angelito aprovecha la oportunidad y demuéstrale a Miguel que tú también eres una gran mujer. Te lo digo porque los hombres necesitan atención, cuidado, cariño… calor de hogar, y si no lo encuentran en su propia casa, en algún otro lugar lo encontrarán.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Acaso sabes algo de lo que yo no esté enterada? —reaccionó Claudia molesta.
—No, tranquila. No sé nada ni lo dije para que te alteraras, solo piénsalo. ¿Cómo le pondrán al niño?
—Se llamará José Miguel, “José” como su abuelo y “Miguel” como su padre.
—Es un bonito nombre —respondió María, quien había atinado a hacer esa pregunta para desviar el rumbo de la conversación, porque no quería que su hija se enojara con ella—. Bueno, ya me voy, Claudia, los felicito y, como siempre, reciban mi bendición. Mañana, cuando estés en tu casa, los visitaré con más calma.
—No, todavía me voy a quedar aquí dos días más.
—Eso no fue lo que me dijo Miguel, pero de todos modos mañana los veo —contestó María.
 María era una mujer solitaria. Su principal entretenimiento era asistir a misa y rezar el rosario, así como complacer los gustos económicos de su única hija. Había dedicado toda su vida a su esposo y a Claudia. Su autoestima era muy baja, y desde que su marido había muerto, ella anhelaba lo mismo, sentía que su vida era muy vacía. Nunca había sido una mujer de carácter y jamás se había planteado una vida propia.
—Ya regresé —dijo Miguel—. Ahora sí ya todo está listo. Podemos irnos cuando gustes.
—Como tú digas. Si quieres, nos vamos ahorita mismo, así te ahorro más dinero —replicó Claudia sin volverse para verlo.
—¿Por qué siempre tienes que buscar pretextos para discutir, Claudia?
—¡Ah, ahora soy yo la de los pretextos! ¿No eres tú el que siempre se queja por el dinero?
—¡Ya, por favor, Claudia! Debemos estar contentos, felices por la llegada de nuestro hijo. ¿Acaso no lo estás?
Claudia no respondió.
 En medio de la discusión llegó la noche, era 6 de enero de 1971. Dos días después…
—Prepararé algo para cenar, así podremos descansar. Hoy ha sido un día muy pesado, y eso que apenas es el segundo con nuestro hijo en casa —decía Miguel cargando al pequeño en sus brazos.
—Pero si mañana no vas a trabajar...
—Sí, lo sé, pero aprovecharé para lavar toda la ropa que se nos ha acumulado.
 Eran las 3 de la madrugada cuando José Miguel despertó llorando.
—¡Claudia! ¡Claudia! Despierta, el niño tiene hambre. Escúchalo.
—¡Ah, qué lata! ¿Otra vez? ¡Dámelo! —Y se lo arrebató a Miguel, quien no aguantó más.
—Mira, Claudia, desde el día en que decidimos vivir juntos fue para formar una familia y vivir como tal. Yo, hasta donde puedo, trato de cumplir con lo que me corresponde, ¡pero tú ni siquiera haces el más mínimo esfuerzo! ¿Qué te pasa? ¿Qué piensas? ¿Acaso no eres feliz a mi lado? ¡Contéstame! —Claudia lo ignoró, estaba dándole el pecho a José Miguel y tenía la mirada fija en este— A propósito —continuó Miguel—, la niñera que me pediste no vendrá hasta que José Miguel crezca. Por ahora es muy pronto y creo que tú eres la única indicada para cuidarlo.
—¿No será acaso que, para variar, no te alcanza? Es eso, estoy segura.¡Pero tú sabías que yo no estaba acostumbrada a todo esto, sabías que a mí todo se me daba, que yo era hija única! Escúchame, Miguel, si me sigues limitando, me veré obligada a aceptar la ayuda que mi madre me ofrece.
—¡Claudia, la relación de pareja solo es entre tú y yo! ¡Aquí no entra ni la opinión, ni la influencia de nadie más, esa es una regla! Mejor proponte ser más productiva como persona y trata de hacer rendir más el dinero. ¡Por Dios, compréndeme!
—¿Y a mí? ¿A mí quién me comprende?
—¡Claudia, llevamos año y medio juntos y pareciera que todo el amor que sentías por mí y las promesas mutuas que nos hicimos un día se nos están olvidando! ¡Por favor, inténtalo!
—Está bien, tú ganas. Lo intentaré —respondió ella.
 Así transcurrieron dos años. Claudia ni siquiera hizo el intento, era Miguel quien continuaba encargándose de todo y quien sufría las consecuencias de querer aparentar que en su matrimonio todo iba bien. José Miguel había crecido, hablaba, caminaba y todo el tiempo se la pasaba jugando. Tenía muchos juguetes ya que su abuelita cada vez que lo visitaba le llevaba uno diferente.
—Claudia, ya vine —decía Miguel al regresar del trabajo—. Claudia, ¿me escuchas?
—Sí, estoy en el baño.
 Cuando salió, Miguel preocupado le preguntó:
—¿Te sientes bien? Te veo pálida.
—¡Estoy embarazada de nuevo y espero que sea niña porque no quiero volver a tener uno más! —respondió ella fríamente— No estoy dispuesta a sufrir esos dolores tan crueles otra vez. Además, si así apenas nos alcanza. ¡ahora con dos, peor la situación!
—No hables así, por favor. No te falta nada —decía él tomándola de la mano —. Para mí, José Miguel, tú y ahora quien viene en camino significan todo, mucho más que cualquier riqueza material. Supongo que lo mismo significamos nosotros para ti. ¿O no? —Claudia no respondía, permanecía callada— ¡Contéstame, te hice una pregunta!
—Pues sí, pero eso no es todo.
—De verdad, no te comprendo, recién te das cuenta de que estás embarazada y parece que para ti no es una buena noticia.
—¡Y no, no lo es! ¡Además no hace falta que me comprendas, necesitas primero comprenderte tú, ya me cansé de fingir, Miguel! ¡Ya estoy harta de tanta rutina, de que no tengamos vida social, de limitarme en muchas cosas! Me siento como un ave enjaulada. ¿No te das cuenta de eso?
—¿Y qué crees? ¿Que yo no? Vivo trabajando para complacerte, para que no les falte nada ni a ti ni a mi hijo. Llego aquí y en lugar de que me recibas con amor, con la comida lista, con la casa ordenada, el niño limpio y tú… cambiada y arreglada... ¡mira nada más las fachas que traes! ¡De verdad te digo que yo también ya me cansé, vengo de trabajar a diario, todos los malditos días tengo que llegar a hacer cosas que a ti te corresponden! ¡Si no fuera porque estás embarazada, te juro que en este mismo instante definíamos nuestra situación de una vez por todas!
—¡No me amenaces! —contestó Claudia gritando.
—¡No, no es una amenaza! Y qué lástima que hayan cambiado tanto nuestros sentimientos. ¡De verdad, qué lástima que se nos esté acabando el amor, llevamos tan poco tiempo y ya estamos hartos el uno del otro! Eres otra, no eres la misma mujer de la que yo me enamoré. ¿Dónde está ese gran amor que tanto gritabas y presumías?
—No lo sé, Miguel. Quizá poco a poco lo hemos ido matando con la monotonía, con nuestras diferencias. Quizá nos hizo falta tiempo para conocernos mejor —respondió Claudia más calmada.
—Pero eres tú quien debería hacer algo, a mí si apenas me alcanza el tiempo.
—¡Otra vez vamos a empezar! Mejor seguimos después, ahorita tengo hambre y no tuve tiempo de preparar nada. Además, ya sabes… todo me sale mal.
 De repente José Miguel se puso a llorar y fue entonces que se dieron cuenta de que estaba en medio de los dos.
Al día siguiente, antes de irse a trabajar, Miguel le pidió a Claudia que se sentaran a platicar como una pareja civilizada.
—Claudia, ¿todavía me amas? —le preguntó.
—No lo sé. Estoy muy confundida y en este momento mi respuesta no sería sincera.
—¿Por qué no? Al corazón no lo puedes engañar.
—No lo sé, te digo. Ya nada es como los primeros días, creo que yo nunca me preparé para esto. Ya ves, no soy buena madre, ni buena esposa y creo que ni siquiera buena hija.
—Pero puedes intentarlo, Claudia, somos jóvenes aún y nos queda mucho por hacer. Hagamos un esfuerzo en nombre de todo ese amor que nos juramos un día y también en nombre de nuestros hijos —ella comenzó a llorar, no respondía—. ¡Por favor, Claudia, inténtalo, te lo suplico!
—Está bien, Miguel, lo intentaré una vez más. Pero te advierto que no quiero tener más hijos, me operaré en cuento nazca este.
 Y así sucedió, Claudia se operó después del nacimiento de Olga, la única hermana de José Miguel. Los problemas y las discusiones entre ella y Miguel fueron aumentando con el paso del tiempo. José Miguel tenía ya 8 años y Olga, su hermana, pasaba casi todo el tiempo con su abuelita. Un día José Miguel se encontraba despierto y hasta su cama llegaban los gritos. “Otra vez peleando, y por culpa de nosotros. ¿Qué puedo hacer para que ya no se peleen?”, pensó. Pero en medio de los gritos se quedó dormido de nuevo.
Tres meses después, Miguel y Claudia se separaron; los niños se quedaron con ella. Ninguno de los dos se había vuelto a dirigir la palabra. El tiempo transcurría y los niños estaban creciendo bajo el cuidado de María, quien había encontrado en ellos una razón para vivir. José Miguel tenía ya sus primeros amigos: Ricky y Christian, con quienes pasaba gran parte de su tiempo. Cierta vez, con motivo del día internacional de la familia, la maestra del quinto grado que cursaba José Miguel les pidió a los alumnos que escribieran una carta a sus padres.
—Escríbanles lo que quieran, lo que sientan. Yo se las entregaré personalmente —les dijo.
En su carta José Miguel escribió:
Queridos papás:
Yo quisiera que volvieran a estar juntos y que ya nunca se separaran, aunque peleen, no me importaría. Pero, por favor, vuelvan a juntarse. Te extraño mucho, papi. Mi mamá casi ni nos hace caso, no nos cuida como tú lo hacías. Quisiera también que tú, mamá, nos dieras un beso al despertar y otro al acostarnos, que pasaras más tiempo conmigo y con mi hermana.
Si tú regresaras, papi, me gustaría que vinieras por mí a la escuela como lo hacen los papás de mis amigos, para que cuando vayamos de regreso, me compres la nieve que tanto me gusta. También me gustaría que cuando tuvieras tiempo me enseñaras a jugar al fútbol. Yo no quiero dinero, sólo pido amor y comprensión, porque soy un niño. Quisiera también que me llevaran al parque, no lo conozco. A ti, mamá, quiero pedirte que no te enojes porque mi papá ya no está. Mi hermana y yo les pedimos perdón porque por nuestra culpa pelearon muchas veces. Papá, ya regresa, te prometo portarme bien.
Su hijo que los quiere, José Miguel
Cuando la maestra leyó la carta, no pudo contener el llanto. El día de la junta, como en otras ocasiones, Claudia no pudo asistir. La carta se quedó en el archivo de la maestra con la leyenda “Entrega pendiente”. José Miguel logró terminar la primaria con un promedio muy bajo pero que le permitió ingresar a la secundaria. Se había vuelto rebelde, extrovertido y vanidoso, pues sabía que llamaba la atención de las mujeres.
Una noche no podía dormir, daba vueltas en la cama, tenía calor, se sentía excitado. De repente sintió que de su pene salía algo, y al verlo, se asustó. Tenía vergüenza de hablar con su mamá o con su abuelita de eso, además hacía tiempo que notaba que su cuerpo estaba experimentando cambios, pero no sabía qué hacer.
“¿Estaré enfermo?”, pensó, y se encaminó para hablar con su mamá. “No, mejor no. Deben ser los cambios que dijo Ricky. Pero ¿y ese líquido blanco? Puede ser algo grave; es mejor que sepa mi mamá”. Decidido, se dirigió hacia la recámara de Claudia, la puerta estaba entreabierta y, pensando que estaba dormida, no quiso hacer ruido. Al entrar, la sorprendió teniendo relaciones sexuales con un hombre desconocido. Cautelosamente, dio pasos hacia atrás y regresó a su habitación. “Ah, entonces eso es lo que me está pasando. Ya soy un hombre, y lo que necesito es tener a una mujer”, pensó. Poco a poco se fue quedando dormido. Tiempo después…
—Abuelita, ahorita vengo.
—¿A dónde vas?, ya vamos a cenar.
—Voy con mis amigos, no me tardo.
 Esa noche José Miguel había quedado en verse con sus amigos para festejar que al día siguiente cumpliría 14 años. Sin problema alguno, y como en ocasiones anteriores, pudieron conseguir un cartón de cervezas. Eran ya las 9:45 de la noche y José Miguel estaba un poco borracho cuando llegó Érika, una amiga de Ricky que le gustaba mucho. Después de platicar por un rato, José Miguel le dijo:
—¿Y por qué no me das el abrazo de una vez? —y mientras la abrazaba le decía al oído—Me gustas mucho, chiquita. Me traes bien loco.
—Y tú a mí —respondió ella.
 Después se pusieron de acuerdo y ambos tuvieron su primera relación sexual. Ninguno de los dos usó protección, la desconocían porque nadie les había hablado al respecto. Al día siguiente, y con el terrible efecto de la cruda, José Miguel se dirigió a desayunar. Allí se encontró con su mamá.
—¡Qué milagro que estés aquí! —le dijo.
—Ya ves, tenía ganas de no salir a ningún lado. Por cierto, te mandaron saludos las muchachas del salón; dicen que te les haces bien guapo. ¡Ah, y ni creas que te voy a servir! Si quieres desayunar, sírvete tú mismo, tu abuela no está, se fueron ella y Olga a misa de cuerpo presente.
—¿Quién se murió?


Extraído de la obra: Pescadores (En la mitad de nuestra vida)

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Monday, May 28, 2012

Frases para reflexionar III.






***No critiques, procura más bien la colaboración con todos sin criticar. La critica hiere y a nadie le gusta que lo hieran. La persona que tiene por costumbre la critica se verá muy pronto marginada. Si ves que algo anda mal, habla con cariño, amor y respeto; pero por sobretodas las cosas que sea tu ejemplo el  que corrija.

***Acuérdate de que cosecharémos infaliblemente lo que hayamos sembrado. Si hoy sufrimos es porque estamos cosechando los frutos amargos de los errores que sembramos anteriormente. Por eso pon tu atención en el momento presente; siembra solo semillas  de optimismo y amor; y recogerás mañana los frutos maduros de la alegria y la felicidad.

***Resuelve tus problemas ya. Hace tiempo vives con el propósito de cambiar tu vida, de mejorar tus actos, de terminar definitivamente con tus deficiencias. !Entonces comienza ya! No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.

***Mantén siempre una actitud de triunfo. De fuerza, de valor y entereza. No des nunca una imagen de derrota, de fracaso de apatía. Por el contrario, no importan cuantos errores hayas cometido; camina con la cabeza levantada, seguro y sonriente. Eres humano igual que todos, así que mejor irradia energía positiva y entusiasmo en todo momento.

***No dejes que la rutina destruya tu vida. Realiza tu trabajo con amor, siempre renovado, y te verás rebozante de alegria. La rutina produce cansancio, te rompe el alma; te deprime y te roba el entusiasmo. Todas las mañanas al despertar recárgate de la alegria de estar vivo.

***Aprende a respirar. La respiración es la función biológica primaria que suministra  al organismo  la vida y la salud, dones que nos regala la energía cósmica, todo ser vivo respira y si nos quitan la respiración se produce la muerte. La respiración es la fuente de la vida; aprende a respirar y te verás libre de muchas enfermedades.

***Reparte a manos llenas. Una palabra oportuna... Una sonrisa... Una actitud animadora.... Un pensamiento generoso. Al hacerlo tu corazón experimentará esta gran verdad: "ES MEJOR DAR QUE RECIBIR".

                            Como siempre te deseo lo mejor.



                               Ernesto Alonso  Flores.

Saturday, May 12, 2012

La semilla de Javier.

LA SEMILLA DE JAVIER.
        

            Corría el año 1980 en el pueblo de Etzatlán, Jalisco. Con el inicio del temporal la mayoría de campesinos estaban entusiasmados porque contrario a los últimos tiempos la cosecha pintaba para ser muy buena y una de las mejores en muchos años. Sin embargo, para la familia Pérez todo parecía ir de mal en peor; el Señor Pérez continuaba obsesionado con la idea de enriquecerse y poseer más tierras que nadie en el municipio, para lograrlo limitaba a su familia de muchas cosas y necesidades, algunas de ellas indispensables para el diario vivir. Pero esto no era todo, el Señor Pérez era un hombre agresivo por naturaleza y amargado a más no poder, lo que de manera lenta y dolorosa mataba las ilusiones de sus 4 hijos, pero más del mayor; Javier quien pronto cumpliría sus 20.  Javier al igual que sus hermanos no conocía lo que era ir a la escuela, lo que era disfrutar de un baño con agua caliente, de una buena alimentación, de una cama cómoda y bien cobijada y últimamente sentía vergüenza de no poder vestir mejor y no poder comprar lo que se le antojaba como lo podían hacer sus amigos. Su padre siempre les decía que la educación y los gustos de la vida eran para los ricos, que a los pobres les tocaba  partirse el lomo. Por todo esto Javier y sus tres hermanos, incluido el pequeño Pepe de apenas 7 comenzaban su día desde las 5:00 de la mañana, bajo las estrictas órdenes de su padre, mientras que María  Inés; su madre era feliz creyendo que sus hijos aprenderían a ser responsables desde temprana edad y que su obligación como esposa y madre era estar al servicio de su hombre.

            Javier no conocía mucho de la diversión propia de un joven de su edad y a sus casi 20 años aún no conocía el amor. Su padre lo limitaba tanto que sólo le daba $2.00 pesos los días Domingos. Por su apariencia humilde y ropa desgastada, Javier se sentía temeroso de que se burlaran de él o de  escuchar las críticas que por lo regular  generaba la actitud de su padre. Ese día era la fiesta patronal y todos en el pueblo se alistaban para participar en las distintas ceremonias.

            _Apá: ¿Puedo salir con mis amigos?_preguntó Javier.
            _ ¿Qué vas a hacer?
            _Apá, es la fiesta del Santo Niño de Atocha. Y quiero dar vueltas en la                    plaza con mis amigos.
            _ ¿Y a mí qué? ¡Esas fiestas sólo sirven para que la gente gaste lo que no tiene, y nosotros no tenemos nada!
            _Apá, por favor.
            _!Ah, como fastidias. Ta bueno, pues. Vaya un ratito y se retacha pronto porque mañana hay que madrugar y no quiero estar gritando.
            _Sí, apá. Le prometo que no me tardo y que me levantaré en cuanto me hable.

            La plaza lucía hermosa, por todos lados se exhibían los adornos florales preparados especialmente para la ocasión por el grupo juvenil católico y por todos lados resaltaba la imagen del santo patrono. La mayoría de las familias se encontraban allí reunidas y la sección de juegos estaba repleta, el olor de los antojitos despertaba el apetito desde 3 cuadras de distancia. Esa noche Javier llegó y como siempre se reunió con sus mejores amigos; Jorge y Juan. Este último en repetidas ocasiones lo animaba para que se revelara contra su padre ya que no soportaba la situación de  su amigo. Pero era inútil Javier tenía claro que a  su padre le debía la vida y por lo tanto, respeto y lealtad. No sólo por él sino también por el ejemplo que le correspondía como hijo mayor.

            _ ¿A poco no crees que  tus hermanitos tienen ganas de subirse a los juegos, de venir a la feria como todos los de su edad?_le dijo Juan.
            _Sí, ya se. ¿Pero qué puedo hacer? ¡En ésa familia me tocó nacer!

            De repente Javier se quedó con la mirada fija, parecía ido. A lo lejos escuchaba la voz de sus amigos, la algarabía de la gente y el sonido alegre de la banda de música del pueblo que alegraba la fiesta desde el kiosco de la plaza. Javier tenía los ojos fijos, su corazón latía cada vez más rápido y sus manos habían comenzado a sudar. Luego se encaminó decidido.

            _ ¿Me regalas una vuelta?
            _Sí, por supuesto _ respondió Zulema, la encargada del grupo juvenil.

            Ambos se sentían atraídos desde hacía tiempo pero sus corazones jóvenes estaban aguardando para ése momento. Ni Javier, ni Zulema se acordaron de sus amigos. Simplemente se entregaron a sus sentimientos y dejaron germinar la semilla del amor. Ese día fue el más hermoso en la vida de Javier y  Zulema. Ambos se amaban, se lo habían confesado mutuamente y ya tenían planes juntos, su amor era puro y sincero. Esa noche Javier no pudo dormir, se la pasó pensando en ella, se imaginaba casado con Zulema, haciéndola feliz y criando y educando a sus hijos. Eran ya las 5:00 de la mañana del día siguiente y había que ir a trabajar. Como siempre su padre comenzó a gritarles. De ésa manera comenzaba una nueva semana en la vida de la familia Pérez, era lunes 29 de junio de 1980 y justo al mediodía los bueyes, mal alimentados y sin fuerza no querían jalar el arado. Como era su costumbre el  señor Pérez comenzó a gritar y a vociferar contra ellos.

            _Apá, tienen sed_ le dijo Javier.
            _  ¡Tú, cállate! Pendejo.  Ni sabes.  ¡Quítate!

            Luego en medio de un ataque de ira y bajo los efectos de las altas temperaturas, el señor Pérez sufrió de un terrible accidente. Cayó en medio del arado, los bueyes se asustaron y lo arrastraron sin que Javier pudiera detenerlos. El señor Pérez fue atendido de emergencia en el hospital civil y tuvieron que amputarle las dos piernas. A partir de ése momento Javier tuvo que afrontar la responsabilidad de la familia y de sacarlos adelante, principalmente  a su madre quien no se resignaba a los hechos.

            _ ¡Animo, amá! Ya verá que saldremos adelante. Trabajaré duro, día y noche si es necesario. Pero tiene que echarle ganas para que mi apá no se achicopale y mis hermanos no la vean así. ¡Te quiero amá!
            _Y yo a ti Javier _ respondió Maria Inés llorando.

            Luego los dos se abrazaron y Javier besó a su madre en la frente. El tiempo transcurrió y su padre no soportó su tragedia; falleció justo siete meses después. Ese día a pesar de ser el día de Reyes (6 de Enero) el pueblo se sentía triste y todos lamentaban la triste realidad de la familia Pérez. En medio de la tristeza  y después de un velorio casi vacío se llevó a cabo la sepultura del señor Pérez. En pleno sepelio Javier con un corazón destrozado y con un cerebro completamente confundido por los comentarios que escuchaba, tenía su mirada fija en el ataúd; mientras que en su mente resonaban las palabras que escuchaba.

            _”Pobre, ¿De qué le sirvió trabajar tanto? Si al menos hubiera sido mejor padre y esposo”.
            _”Ya ven, nadie sabe para quien trabaja”.
            _”Qué pena, tan apegado a los bienes materiales y mira cómo fue a terminar”.
            _”Si al menos se hubiera preocupado por disfrutar de lo que tenía  en compañía de los suyos”
            _”Qué tristeza, tan rico y tan pobre”.
            _”Tan buen campesino, lástima de semilla que sembró en los que lo rodeaban”…….

            Al escuchar ésas palabras Javier con los ojos llenos de lágrimas reaccionó gritando:

            _ ¡Ya basta! Dejen a mi padre descansar en paz. ¡Lárguense, váyanse! ¡No tienen derecho a juzgarlo!_luego se hincó llorando ante la tumba y con las manos llenas de tierra exclamó_”Apá, esté donde esté  le juro que haré hasta lo imposible porque se sienta muy orgulloso de mí, seré el mejor de los hijos y sobretodo apá, me aseguraré de sembrar la semilla que usted olvido _ después aventó un puño de tierra y volteando al cielo se persignó.

            Dos años después Javier contrajo matrimonio con Zulema en una ceremonia única y  espectacular. Todo el pueblo se congregó, Javier había invertido la mayor parte del dinero que su padre tenía ahorrado en la restauración de su casa,  en la educación de sus hermanos y en comprar  maquinaria para no necesitar tanto la ayuda de sus hermanos menores y de otros campesinos. Pero no sólo eso Javier se estaba asegurando de sembrar en todos los corazones de los que lo rodeaban, la semilla olvidada de su padre; la semilla del AMOR. Así, se había convertido ya en el joven campesino más importante de la región. 

Transcurrió el tiempo,  y ya era Diciembre del año 2011, la casa de la familia Pérez para nada lucía como la de hacía tres décadas.  Era muy bonita, tenía todo lo necesario y su terminado rústico la hacía resaltar de entre las demás en el barrio. Pero no sólo eso, la alegría y el amor  que se respiraban dentro de ella eran por todos comentados. En el centro de la sala lucía un hermoso árbol navideño. Javier y Zulema eran orgullosos padres de tres hijos y formaban uno de los matrimonios más estables y felices del pueblo. La señora Pérez era feliz al lado de sus nietos ya que sus hijos menores vivían en la ciudad, desde que decidieron terminar una carrera universitaria se había movido y allí cada uno llevaba una vida independiente y realizada. Esa noche todos se habían reunido para celebrar La Noche Buena, llegó la hora del brindis  y entre alegría y  tristes recuerdos todos se abrazaron. Después se tomaron la foto del recuerdo, que desde hacía tiempo era ya una costumbre, como años anteriores en el centro de todos  se encontraba la fotografía del Sr. Pérez.


        
Moraleja: “La semilla del AMOR  es la única que germina en el CORAZON HUMANO y la única que permanece por siempre”.


Ernesto  Alonso Flores.